¿Es bueno tener prejuicios? Te cuento como influyen los juicios en tus pensamientos

Desde el coaching ontológico, hablamos de los juicios como pensamientos que nos ayudan a anticipar lo que podría pasar. Funcionan como un filtro de protección, pero también pueden convertirse en una trampa cuando los confundimos con verdades absolutas.

Un juicio no es un hecho. Es una interpretación.
A veces está basado en experiencia, creencias o valores. Otras veces, simplemente lo inventamos. Porque sí, cuando no tenemos toda la historia, nuestra mente tiende a completarla con suposiciones. Y esas suposiciones… también son juicios.

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Por ejemplo, si un amigo nos cuenta algo sobre su trabajo y notamos huecos en su relato, tenemos dos caminos:

1. Completar lo que falta con supuestos (automáticamente).

2. O preguntar, pedir detalles, buscar más información.
La segunda opción es la base del coaching: hacer visibles los juicios, para no vivir en piloto automático.

Ahora, vamos un paso más allá. No todos los juicios son iguales. Podemos agruparlos en dos grandes categorías:

Juicios que ABREN posibilidades

Son los que te impulsan, los que te empujan a actuar.
Ejemplos:

“Soy joven, todavía estoy a tiempo de estudiar.”

“Mi amigo es comprometido, podemos encarar este proyecto.”

Juicios que CIERRAN posibilidades

Te frenan. Te achican. Te quitan poder.
Ejemplos:

“Quiero pedirle ayuda a Juan, pero seguro no va a querer.”

“Soy joven y con poca experiencia, nadie me va a contratar.”

¿La clave? Darse cuenta. Porque no se trata de eliminar los juicios, sino de ser conscientes de ellos. Evaluar su impacto. Y decidir si queremos seguir creyéndolos o actualizarlos.

Como dice una frase que me encanta:
“Un buen líder tiene juicios… pero no deja que los juicios lo tengan a él.”

También es importante saber si ese juicio está fundado o no. Por ejemplo:

“Los autos marca X son los mejores porque no se rompen.”
¿Está basado en datos confiables? ¿O en una experiencia personal? ¿O en lo que dijo un amigo?

Te invito a que observes tus juicios diarios.
Los automáticos, los que te limitan, los que te empoderan…
Preguntate:

¿Esto que estoy pensando es un hecho o una interpretación?

¿Me acerca o me aleja de lo que quiero lograr?

Cuanto más conscientes somos de nuestros juicios, más libres somos para elegir qué realidad queremos construir.

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